En
su escrito Ontología de la imagen fotográfica
[1], André Bazin nos hablaba acerca
de las posibilidades de la imagen fotográfica, de una naturaleza
superior a la pintura en su acercamiento a la realidad, dada su capacidad
para reproducirla sin el sesgo brutal del pintor. La fotografía,
para Bazin, era un paso más del hombre por congelar el tiempo,
por "salvar al ser de las apariencias". De esta
manera, el cine era otro peldaño alcanzado: la realización
en el tiempo de la objetividad fotográfica. Por ello supongo
que si André Bazin hubiera vivido para ver Three times
(Zui hao de shi guang. 2005) la habría calificado como "la
necesidad incoercible de exorcizar el tiempo". Porque Three
Times es simplemente eso, el deseo de un hombre por atrapar un
momento, por congelar a dos amantes en una fracción del espacio,
en postales rotas por la aparición cadenciosa del fundido en
negro.
El realizador taiwanés
Hou Hsiao-Hsien, en un expresivo ejemplo de libertad creativa, nos
sitúa en sus tres épocas, en esos tres momentos que
han marcado su trayectoria cinematográfica, en –como
bien reza el título original del film- "los mejores momentos".
Three Times puede verse entonces como una recapitulación,
un reordenamiento de las ideas que le han llevado a donde está,
o también como una mirada nostálgica –o evocación
mágica- de los instantes que su cine ha embalsado a través
de más de veinte años de carrera. Es Three Times
un trabajo absolutamente autorreferencial, un Hou Hsiao-Hsien que
mira al pasado para reflexionar sobre el presente, sobre esa preocupación
obsesiva de los cineastas contemporáneos por el tiempo, y por
como éste afecta a nuestras formas de sentirnos, de amarnos,
de mirarnos, de tocarnos, en definitiva, de relacionarnos; a través
de un depuradísimo estilo que ya ha despreciado por completo
cualquier indicio de sentido narrativo, para crear piezas emocionales
y deliciosamente sensoriales, basadas en la exquisita composición
del plano y en los mínimos movimientos de cámara.
Hou
nos traslada al "Tiempo de amor" en el Taipei del 1966,
y conjuga sus espacios personales –esa sala de billar- con una
historia ingenua de desencuentros casuales, casi azarosos, en un ambiente
disoluto: un joven (Chang Chen) cuyas escapadas del ejército
le llevan a reencontrarse con otra joven (Shu Qi) que trabaja en el
propio local. Es inevitable recordar pasajes de A time to live,
a time to die (Tong nien wang shi. 1985) en ese retrato casi
impoluto de la época, de ambientes liberados y de cierto gozo
vital. Aquí nos encontramos con el Hou más "juguetón",
que esboza dicho período con un innegable sentimiento de añoranza
y de melancolía, donde los cuerpos vienen, van, se persiguen,
se cruzan cual embarcaciones en el mar, pero que terminan reencontrándose
y compartiendo miradas inocentes al amparo de la lluvia. Hou Hsiao-Hsien
se permite el lujo de adornar su cuento con oldies como "Rain
and tears" o "Smoke gets in your eyes",
que lejos de ser un recurso meramente estético, acompaña
a las imágenes y parece mecerlas, en particular la secuencia
de apertura, donde la cámara se retuerce y se mueve marcando
el contorno de los cuerpos en el espacio.
El
"Tiempo de la Libertad" nos sitúa en el Taiwán
de 1911, en plena ocupación japonesa de la región. La
presencia recurrente de las manieristas imágenes de Flowers
of Shangai (Hai shang hua. 1998) nos acompañan en la historia
de amor entre un intelectual y una concubina. Paradójicamente,
ese tiempo de libertad contrasta con la contención emocional
de la época, la restrictiva sujeción a las normas sociales
y el acatamiento de las férreas costumbres. Hou lo representa
mediante la rigidez de los encuadres, donde la cámara filtra
la imagen a través de paredes o de puertas semiabiertas. Sus
personajes, coartados emocionalmente por la diferencia de clases,
se comunican estáticamente, permanecen inmóviles y distantes
en un ambiente enrarecido. El director de Café Lumiére
(Kôhî jikô. 2003) recurre a intertítulos
propios del mudo, pero se echa de menos un mayor desparpajo a la hora
de haber rodado todo el segmento a la manera del cine primitivo, ya
que la presencia en ocasiones de sonido diegético desecha cualquier
motivación de rendir tributo al cine del momento [2].
Las
luces de neón, el movimiento, el ruido, los trayectos motorizados,
el marasmo tecnológico. El "Tiempo de la juventud"
está en el nuevo milenio, en el Taipei siglo XXI. El distanciamiento
físico del 1911 desaparece para mostrar a los cuerpos unidos,
al sexo como herramienta de dilucidación de las situaciones
y de los problemas. La presencia de Shu Qi nos retrotrae forzosamente
a las viñetas recargadas y difusas de Millenium Mambo
(Qianxi manbo. 2001), a los tiempos de desconexión emocional
y a la fragilidad de las relaciones, pero el resto de personajes también
nos recuerdan a aquellos que poblaban Goodbye South, Goodbye
(Nanguo zanjan, nanguo. 1996), seres que se asfixian en sus propias
estancias mentales. La doble relación que mantiene una autodestructiva,
epiléptica y díscola cantante de rock con una joven
amiga y con un fotógrafo de peligrosas tendencias voyeurísticas
es la excusa de Hou para plasmar sus sensaciones acerca del estado
de las cosas contemporáneas: visión oscura, apesadumbrada,
donde todos invadimos el espacio físico de los demás,
donde el sexo es una necesidad mediata que no repara, simplemente
prolonga.
Podría decirse
que actualmente, Hou Hsiao-Hsien es, junto a otros directores orientales
como Tsai Ming-Liang o Takeshi Kitano, la ejemplificación de
un cine libre, que crea corrientes sin adherirse a ellas. Three
times, sin ser su mejor película, sí puede verse
como un apretado catálogo de obsesiones, una síntesis
de sus obras previas sin dejar de progresar, del mismo modo que los
últimos trabajos de los directores citados breves líneas
atrás. Ello nos lleva a pensar que los cineastas asiáticos,
esos que han troquelado nuestros esquemas y ampliado nuestras miradas,
comienzan a recapitular, a hacer resumen, preparándose para
volver a atacar. No sé ustedes, pero yo ya estoy ansioso por
saber qué nos espera a continuación.
Ah, y por cierto,
bienvenidos al BAFF: la cosa no podría comenzar mejor.
[1] Recogido en el libro ¿Qué
es el cine? Bazin, A. Ed. RIALP.
[2]
Hou Hsiao-Hsien decidió convertir el episodio de mudo, cuando,
por problemas de tiempo, no pudo conseguir que sus actores aprendieran
de manera correcta el dialecto taiwanés de la época.