Princess Raccoon Reflections

Atreverse a afirmar que Princess Raccoon (Operetta tanuki goten, 2005) es un Suzuki liberado o desatado sería quedarse muy corto, a sabiendas que este maestro nunca se ha caracterizado por las sutilezas y las medias tintas. El problema es que actualmente Suzuki es conciente de su ego, de los aplausos que diversos sectores de la crítica le profesan ante cualquier cosa que presente, da igual que sea una bella secuencia musical o una rana de plástico cantando. Es entonces cuando hay que distinguir entre ese enfant terrible que durante los '60 destrozó las convenciones más acrisoladas del yakuza eiga, como un gesto de desaprobación y subversión ante el sistema, y este otro hombre de casi 83 años que escupe lo primero que se le pasa por la cabeza, convencido de que está descubriendo la penicilina.

Princess Raccoon es una pieza inclasificable, extática, psicotrónica, donde adjetivos como kitsch o näif no son suficientes para caracterizarla. Su clásica historia de amor a lo Romeo y Julieta entre un príncipe (Joe Odagiri) y una princesa mapache (Zhang Ziyi) es un conglomerado de influencias, que parte de la base del teatro kabuki para desarmar cualquier tipo de ortodoxia narrativa y/o formal. A su favor hay que señalar la exhuberancia visual del largometraje, su goce plástico, que imbrica efectos digitales con escenarios de cartón-piedra y delirantes mosaicos de colores, dando como resultado una obra libre, sí, pero cargante, pesada y tediosa. Si bien no se hace tan insoportable como Pistol Opera (Pisutoru Opera, 2001), y los momentos musicales tienen su gracia –mezclando sin pudor música tradicional nipona, salsa, rap…-, Princess Raccoon es un film sumamente irregular, que siempre termina desbordándose. Y es que ya no estamos para aguantar las majaderías de un abuelo, ni sus sueños más bizarros ni los resultados de sus sesiones con el psicoanalista.

Tras haber trabajado durante varios años como ayudante de producción –y otras labores- en varias películas de Hou Hsiao-Hsien, Hung-i Yao presentó Reflections (Ai li si de jin zi. 2005), que narra una historia de amor a tres bandas entre una cantante amateur de rock, su novia, y el compañero de piso de ésta, otrora pareja de la primera. Los explícitos vínculos argumentales con la tercera historia de Three Times (Zui hao de shi guang, 2005), se explican debido a que la idea originaria pertenecía a Hou Hsiao-Hsien, que terminó cediéndola a su "protegido". Así pues, el tercer segmento de Three Times puede verse como una relectura personal del propio Hou, y por ello no debe entenderse Reflections como un plagio o una vampirización, sino más bien como un alumno intentando replicar a su maestro.

Conceptualmente, Reflections remite nuevamente a la incomunicación de las grandes urbes tecnificadas, a esas frías metrópolis atestadas de cuerpos que deambulan desorientados por sus calles sin asideros a los que agarrarse. Rostros de la posmodernidad, fragilidad de las relaciones, música electrónica, mensajes vía móvil, temas recurrentes en el cine del nuevo milenio que Reflections hace suyos sin grandes hallazgos visuales ni estridencias en su sencilla pero efectiva puesta en escena. El largometraje de Hung-i Yao gana enteros cuando recorre su propia senda, sin intentar seguir el rumbo de Hou Hsiao-Hsien, conformándose como una interesante opera prima de un nombre a seguir en el futuro.