D
Í A · C U A T R O
Puro estilo. Así
se puede definir "Tony Takitani", esperadísimo trabajo
del japonés Jun Ichikawa, film poético y a degustar
de manera muy relajada. Narrada a través de una "voz en
off" que cuenta la historia de Tony Takitani, un tipo normal,
con una vida normal, y con un carácter muy soso, tan soso como
el propio film. Basado en un relato de Haruki Murakami, la premisa
argumental es simplona y se desvanece por la propia puesta en escena,
el verdadero "lei-motiv" de la cinta.
Como he comentado, Ichikawa
realiza un puro ejercicio de estilo, con un cuidadísima composición
de cada plano y una depurada fotografía. El film se desarrolla
como una especie de libro, donde el espectador va pasando las páginas
poco a poco mientras la cámara recorre las escenas en travellings
laterales constantes, a modo de cuento. De cadencia lenta y sosegada,
"Tony Takitani" arranca bien pero el interés va decayendo
poco a poco dado que lo que en un principio atrae luego ya cansa,
e incluso el argumento no engancha al espectador. Destacar por otro
lado la estupenda banda sonora de Ryuichi Sakamoto, que llena cada
imagen del film. ¿Pequeña decepción? No, quizás
me esperaba algo más. Eso sí, los 75 minutos favorecen
a esta obra.
La verdadera decepción
de la tarde vino de la mano de "Low Life", del surcoreano
Im Kwon-Taek. Es incomprensible como un veterano en esto del cine,
y que viene de ganar la Palma de Oro al mejor director en Cannes con
su anterior película, nos traiga una cosa tan vacua y mal conjuntada
como ésta. "Low
Life" no es una mala cinta, sino fallida, ya que contaba con
suficientes elementos para, a priori, ser mejor de lo que es. A través
de la figura de un joven gangster, el director nos presenta parte
de la historia moderna de su país, Corea del Sur, envuelto
en constantes refriegas políticas.
El largometraje se desarrolla
a trompicones, a base de elipsis donde se pierden gran parte de las
relaciones entre sus protagonistas. Y es que Im Kwon-Taek quiere contar
demasiadas cosas en muy poco tiempo, y para colmo lo culmina todo
con un climax absurdo y apresurado. Los hechos que ocurren en la película
están mal hilvanados y por momentos parece que las escenas
realmente importantes se han quedado olvidadas en la sala de montaje.
Así, la relación de amor y matrimonio del protagonista
se cuenta en tres planos mientras el nacimiento de un hijo tarda casi
10 minutos en suceder. Demasiados hilos argumentales sin ahondar en
ninguno: ni la situación política ni el ascenso del
protagonista en el mundo de la mafia importan demasiado.
Lo único salvable
es la impecable factura técnica del film, bien rodado y con
unos decorados y un diseño de producción muy cuidado.
Da la impresión que el realizador se quedó en ese ambiente
retro de los 60 y se le olvidó completar un buen guión.
Y este hecho es algo imperdonable para una persona con cien largometrajes
a sus espaldas.