La primera opción
de la mañana fue el programa doble que ofrecía la sección
Noves Visions formada por dos películas, a priori, muy interesantes,
"Room" de Kyle Henry y "Haze" último trabajo
del habitual en Sitges, Shinya Tsukamoto.
"Room"
nos cuenta la historia de Julia (Cyndi Williams), una mujer de mediana
edad al borde de la depresión por culpa de su jefe y de una
familia que no la entiende ni la apoya. Es entonces cuando comenzará
a tener toda una serie de visiones que parecen querer llevarla lejos
de ahí... Con un ritmo pausado, la película va siguiendo
el devenir diario de la protagonista que parece estar en un estado
de permanente alucinación, desde Texas a Nueva York, en pos
de encontrar un sentido a su existencia y escapar de la crisis en
la que se encuentra sumida su vida. El problema está en que
algo que parece sumamente interesante sobre el papel pierde su fuerza
al ser trasladado a la gran pantalla. El filme va perdiendo interés
a medida que va avanzando el metraje hasta llegar a un desconcertante
final que no ayuda a arreglar el sopor general. Justo lo contrario
que la última propuesta de Shinya Tsukamoto.
"Haze"
surgió como parte de un proyecto comisionado por el festival
coreano de Jeonju, que consistía en financiar tres mediometrajes
rodados en vídeo digital a tres directores distintos, aunque
la versión que se proyectó en Sitges es de más
duración que la que acabará apareciendo en el largometraje
resultante de dicho proyecto. Con un inicio que puede recordar a "Cube"
de Vincenzo Natali, el filme comienza con un hombre (protagonizado
por el propio director) encerrado en una galería de tuneles
cada vez más estrechos y peligrosos que no recuerda ni quien
es ni porque le han metido ahí. Con un ambiente claramente
claustrofóbico y de pesadilla, Tsukamoto consigue inquietar
al espectador con escenas cada vez más bizarras donde los efectos
de sonido (al igual que en el cine de David Lynch) juegan un papel
fundamental y con un final claramente abierto a especulaciones varias.
A lo largo de su
historia, el cine ha ido renovándose y encontrando nuevas formas
para poder contar mejor sus historías. Los efectos de sonido,
el color, el cinemascope, los efectos especiales y ahora también
la tecnología digital han ayudado a los realizadores a plasmar
en imágenes, películas hace un tiempo impensables de
ver en pantalla grande. Desgraciadamente en la última década,
cada vez son más los casos de filmes que, lejos de aprovechar
estos recursos, se han visto absorvidos por dichos avances. Películas
vacías de contenido cuyo hilo argumental se puede resumir en
una línea y que su única razón de ser es atraer
a las masas en verano o donde la historia pasa a ser esclava de la
imagen, perdiendo todo sentido narrativo en pos de epatar al espectador
con escenas recargadas y espectaculares pero terriblemente vacías.
En
lo que va de festival ya habíamos podido contemplar alguna
película de este segundo subgrupo (la historia de "Mirrormask",
por citar sólo una, quedaba diluida en unas imágenes
ciertamente fascinantes) a las que ahora hay que sumar otra más,
"The Piano Tuner Of Earthquakes".
Los hermanos Quay,
conocidos por sus películas de animación experimental,
han intentado filmar una historia de amor inmortal boicoteada por
un genio loco con unos escenarios preciosistas, barrocos y con una
especial utilización del color que le dan al filme un toque
onírico, pero poco más se puede apreciar en él.
Un argumento cada vez más confuso y con sustanciales fallos
hacen que la atención del espectador se dedique exclusivamente
a observar la escenografía utilizada que es donde realmente
se nota que han puesto empeño los realizadores. Una lástima,
porque se podría haber sacado algo mucho más interesante
de esta propuesta.
De
estilo barroco también fue la siguiente proyección a
la que asistí, aunque esta vez la película, en lugar
de quedar marcada por su estilo, lo fue por los fallos de la organización...
Hasta el momento ya había pasado de todo: copias que en realidad
eran un DivX, retrasos, cortes imprevistos, subtítulos desincronizados,
etc. Así que decididos a innovar, durante el pase de "Le
Portrait de Petite Cossette" (que por cierto, en lugar de poner
el audio original en japonés pusieron una copia en francés)
y al cabo de 25 minutos, desaparecieron los subtítulos. El
largometraje, en realidad 3 OVAs, permaneció exhibiéndose
así hasta casi la mitad del segundo episodio, por lo que algun
desinformado se marchó de la sala al acabar el primer OVA (eso
sin contar los muchos que se fueron cansados de esperar que se arreglase
lo de los subtítulos) creyéndose que el filme terminaba
así. No hubieron disculpas ni volvieron a pasar la media hora
que hubo sin traducción, así que cada cual interpretó
la historia a su manera, donde un joven quedaba vampirizado por el
espíritu de una joven asesinada que se encuentra atrapado en
una copa de cristal. Un anime con un argumento bastante complejo y
con diversos saltos temporales que fue prácticamente imposible
de seguir por culpa de su accidentada proyección.
Finalmente,
para acabar la jornada, opté por ver la sesión sorpresa
que en este caso se trataba de "Boy Eats Girl" (juego de
palabras del típico chico conoce a chica, Boy Meets Girl) realizada
por el irlandés Stephen Bradley y que tiene el honor de ser
la primera película prohibida en Irlanda en los últimos
30 años. Como esta vez no venía Tarantino, apenas superamos
la treintena de espectadores (cifras muy alejadas de las 1400 personas
que vieron Hostel) aunque el filme resultó igual de entretenido
(y al menos con una publicidad no tan engañosa como la de la
película de Eli Roth). El largometraje, una comedia adolescente
muy gore, cuenta las desventuras de Nathan (David Leon), un joven
de 17 años terriblemente enamorado de Jessica (Samantha Mumba),
su eterna amiga. Como resultado de un fatídico accidente, Nathan
muere aunque será resucitado rápidamente por su madre
que ha encontrado un libro de vudú. Ya convertido en zombie
adolescente, y en defensa propia, morderá al matón del
instituto lo que provocará un rápido contagio... Risas
y mucha sangre es lo que ofrece este desenfadado filme que sigue la
línea marcada por diversas películas como "El diablo
metió la mano" y hasta "Un vampiro adolescente".
Con un final que homenajea al clásico de Peter Jackson, "Braindead",
cambiando la cortadora de césped por un tractor triturador,
el resultado final no decepcionará a todos los fans de este
género.
Sergio
Herrada Ruiz