El
día se completó con el pase nocturno de "Feed",
cuya mejor definición sería desagradable. Su director,
Brett Leonard adopta los cánones del género del "psycho-killer",
con un fuerte sustrato de crítica social. El largometraje se
basa en el montaje paralelo de dos historias que terminarán
uniéndose; por un lado, la investigación llevada a cabo
por un policía de Sydney sobre páginas web de contenido
"snuff" y por otra, el caso de un sociópata cuya
pasión es engordar a obesas hasta que finalmente mueran, obteniendo
placer sexual con sólo observarlas. "Feed" es una
película de ambiente muy malsano, sucia, donde nos vemos sumergidos
en un auténtico infierno virtual (y real), hasta extremos que
rozan lo irreal pero que como bien reza el cartel de su inicio "no
están basados en hechos reales pero sí en comportamientos
que los hombres realizan de manera libre".
La mirada de Leonard hacia el mundo
actual de la belleza y del consumo es directo y salvaje. Sus imágenes
grotescas inundan la pantalla de manera frenética, con el frecuente
uso del montaje sincopado a base de planos cortos, que caen a menudo
en el efectismo barato y que termina perjudicando a la narración.
"Feed" se muestra más interesante cuando esboza su
crítica al culto al cuerpo y cuando nos enseña que los
límites del comportamiento racional humano ya han sido rebasados,
siendo Internet la herramienta definitiva como caldo de cultivo de
pesadillas y horrores. Pero "Feed" termina cansando, sobre
todo cuando el director decide alargar su creación de forma
injustificada y recorre los caminos más trillados del cine
de asesinos en serie, como el manido trauma infantil o la personalidad
a lo "Hanibal Lecter". Su final, tan inesperado como incomprensible,
suena más a no saber como terminar la historia o a como hacerlo
de la manera en que pueda sorprender al respetable.